Tanto si evoca el descanso o la muerte, nunca hay artificio en la figura esculpida que yace, es por eso que pocas esculturas figurativas funcionan tan bien como las que representan figuras yacentes. La escultura se presta como ningún otro medio para representar la quietud. Puede que sea el medio más apropiado para representar la muerte, al menos lo fue para muchas culturas del pasado que otorgaron a la escultura la virtud de mantener vivo lo muerto.
En esta pequeña obra retomo el tema del sarcófago medieval, la escultura capaz de acoger, de guardar algo en su interior, como un contenedor de vida y muerte. En este caso la sorpresa está en la adaptación a su modelo, el sarcófago se convierte en esta obra en una diminuta cápsula pétrea en la que contener un icono universal de plástico.
El tamaño y la forma impuestos por la muñeca representada no convierten el sarcófago en un juguete. La piedra con la que está realizado también nos remite a su origen. Esta obra solo podía ser realizada en granito y su selección para este proyecto fue fundamental, su grano es finísimo para poder retratar con la mayor precisión posible la reducida escala de la muñeca.